Mirón Internacional

Conversación con César Cantoni

- Vos viviste mucho tiempo en La Plata, ciudad en la cual, además de estudiar, desarrollaste una vasta actividad literaria, fundando y dirigiendo el grupo Latencia. ¿Qué significó para vos esa experiencia?

Bien, empecemos por una declaración de hechos lo más fiel posible para que se transforme en una declaración de principios. Los 10 años que pasé en La Plata no fueron nada más ni nada menos que los años 70. Los recuerdos me llevan siempre a una experiencia participativa. Política, estudios universitarios, poesía, teatro, artes plásticas... todo era una sola masa de locura (de la buena, por cierto), que buscaba salida. Todo era intercambiable entre la calle y los sueños; por lo menos, antes del golpe. Latencia es un poco la consecuencia de aquellas circunstancias; nace como parte de eso que los grandes acontecimientos políticos, sociales y económicos suelen generar. Bueno, también los pequeños acontecimientos pueden ser generadores. Ya decían los latinos: "Los astros marcan el camino de los hombres, pero también los hombres pueden influir en la trayectoria de los astros". ¿No?

- ¿Qué propósitos y expectativas alentaba Latencia?

Latencia fue un grupo de jóvenes, amantes de versos, que se juntaron después del golpe, que no se proponían tener un estilo en común, dictatorial, que bombardearon la ciudad durante 2 ó 3 años con actos culturales, que trabajaron en relación con la pintura, la fotografía, la música, el cortometraje. Latencia dio cabida al proyecto editorial de Ernesto Girard, que venía del grupo Espantapájaros, promocionó encuentros, fomentó otros grupos y conformó la imagen más joven de la poesía de entonces, al lado de dos generaciones inmediatas ya consolidadas: la de los 50 -Castillo y Preler, los más modernos- y la de los 60 -Ballina, Oteriño y Mux, los más visibles-. A todos nos unía una vocación de complicidad. Yo no dejo de ver a Latencia como un acto de resistencia, como lo eran en la época cada presentación de libros, cada reunión pública, con el fin de no dejarse aplastar por la máquina de la dictadura. Latencia fue nuestra miguita de pan en la historia de Pulgarcito.

- ¿Qué recuerdos tenés de tu viaje a Cuba en aquel tiempo?

Recuerdo haber leído textos de los amigos en el teatro Carlos Marx de La Habana en el 11° Congreso de la Juventud y los Estudiantes. Todos los poemas los tenía fotocopiados sin el nombre de los autores y los había enviado por correo vía Panamá. En Cuba leí a Preler, Mux, Cantoni, Coto, entre otros. Salí a escena con la gente de Raúl Mercado, el creador de Los Andariegos, y, para identificarnos, nos pusieron unos ponchos de lana cruda del norte argentino. (En Cuba en julio suele hacer mucho calor.) Pues he aquí en mi memoria un tipo de los charcos de Pergamino en el teatro Carlos Marx, con un fardo de fotocopias en la mano, leyendo poemas. Uno de los poemas que leí de Preler fue "La muerte de un poeta"; los amigos me insinuaban que en ningún momento decía "deshidratado". Bueno, llegó la ocasión y ahora lo cuento. La poesía enseña esto, ¿no?, la palabra justa en el momento preciso. Ya ves, son historias que no eran públicas; tienen, más que grandeza, empecinamiento.

- En 1982 emigraste a Francia, ¿cómo fueron tus primeros años de exilio lejos de la patria?

En cuanto a los primeros años, estos no existen cuando estás en el exilio, que es algo así como un campamento permanente o no tener nada bajo los pies. El tiempo cuenta de otra manera; a veces, ni cuenta: flotás, vas de aquí para allá, hablás bajo y cuesta escribir sin reparos. Pasé quince días encerrado diciéndome allí está París, el del Montmartre sentimental, con el bar El Perroquet de Enrique Cadícamo, un piringundín llamado El Loro, el Clichy de Céline y la plaza Saint Sulpice con los Tres Mosqueteros. De tal situación me sacaron unos uruguayos para ir a una manifestación en contra de Reagan. Luego aprendería rápidamente el caminito a las "Mecas" latinoamericanas, como Julio Cortázar, al que le llevé redactadas unas anécdotas de Gardel que me había contado mi viejo y que aquél coleccionaba. También le llevé la revista Talita, editada en La Plata. Con Julio Leparc fue diferente; Julio es más que práctico, me dio cosas para hacer y terminamos formando un grupo con uno de sus hijos. Más tarde, me invitó a exponer en su taller. Del que me hice más amigo fue de César Fernández Moreno. Con éste empezamos a preparar juntos una antología de poesía argentina de los años 70. César llegó a escribir un esbozo de prólogo y tuvo la descortesía de morirse. Todavía conservo el papelito donde me da cita en un café en Odeón para continuar el trabajo. Se fue antes y yo, aun sabiéndolo, fui igual a ese café y esperé, esperé y pensé ante su atraso escribirle en la servilleta, como se hace o se hacía en Buenos Aires: "Por más muerto que usted esté, don César Fernández Moreno, eso no le da motivo para llegar tarde". Así que pensando que se había retrasado, como todos un día lo haremos, me retiré, casi con bronca.

- Vivir en Francia, ¿cambió en algo tu visión de la vida?

Muchos quieren hacer ver que cambiaron viviendo en el extranjero (cuestión de marcar la diferencia), pero para mí sólo cuenta la tierra de la infancia o la lengua de aquella época. Mi primera lengua extranjera no fue el francés. En casa, mi madre, que era criolla, más nativa que española, hablaba sólo por cosas concretas; el resto eran miradas o movimientos de cabeza. Mi padre, hijo de tanos, hablaba hasta por los codos (hermosa expresión ésta). Yo, a veces, lo imitaba en largas disquisiciones delante de mi madre, que esperaba que terminase y, a quemarropa, me decía: "¿Y di ai?". Esto para que veas de donde vienen mis textos, que siempre necesitan lo rotundo, la conclusión. Lo lingüístico propio del campo se centra en lo utilitario real; pensá que en el campo el tiempo no está constituido de meses sino de cosechas, de lluvias, de plagas. Así que con esa cuna de silencio materno y el hablar para no decir nada paterno, que es otro silencio, crecí. Mi primera lengua extranjera fue, entonces, el castellano con el canturreo calabrés del abuelo. No, no, yo no cambié, ya estaba hecho cuando llegué a París, era viejo, tenía 29 años, ya me habían arrastrado el desamor, la traición, ya había aprendido a no dar consejos sobre lecturas, vinos ni mujeres. Es probable, en todo caso, que haya cambiado mi forma de comunicar; suelen achacarme tener un español más suave, más esencial, más estructurado.

- En París conociste a Edmond Jabés y fuiste uno de los primeros en difundirlo en la Argentina. ¿Qué es lo que más te impactó de él?

Yo difundí a Jabés en el año 86, pero creo que antes lo había estudiado y traducido Yurkievich. En esa época en la Argentina lo conocían pocos, casi nadie. A mí me produjo el efecto de un electroshock. Pero mejor situémoslo: Jabés nació en El Cairo en 1912, marcó la segunda mitad del siglo XX y en la literatura francesa ocupa "la non place" o "el no lugar". Su voz era capaz de abarcar los más variados géneros. Dentro de su obra pueden leerse, fundidos en un mismo texto, ficción, poesía, prosa poética, diálogo teatral, aforismos; todo ello como parte de una estética judía rica en paradojas, con obsesiones entre las que se destacan el libro, la palabra, Dios... Ahora bien, me gustaría agregar aquí algo en forma de payada o como el ejercicio que los músicos practican, repitiendo una vieja partitura para ver si pueden arrancarle una entonación personal:

"Su voz, serena, venía del desierto, de todas las caravanas, de todos los jeroglíficos, de todas las sabidurías y de todas las memorias.
Sus falsas máximas, sus rabinos imaginarios, su bien singular judaísmo, lejos de toda apariencia -la de la vida, la de los seres, la de las cosas-, seguían, en su Sahara, la huella de un Talmud interior.
Nómades como éramos y seguiremos siéndolo, nos alivió el exilio con el reino de su exilio. Vigía de lo indecible, del no, el errar y la vida eran su desierto irradiante.
A este hombre de epitafios inexorables, hombre de lo lapidario, de lo concreto, de briznas de eternidad, sus abismos de ausencia lo presentaban inconfortable, pero esa ausencia nunca dejaba de ser hospitalaria, fraternal."

Aún me parece oírlo: "A la edad declarada de un judío es necesario agregarle cinco mil años más" o "Venir al mundo en poeta es ser en el mundo de otra manera que un residente". ¿Dije que el 2 de enero de 1991 en París oscureció súbitamente?

- Tu admiración por Jabés te llevó a realizar un trabajo pictórico sobre su obra, ¿en qué consistió el mismo?

El trabajo que realicé atendiendo a sus textos, a su universo, a su destierro y el de todos, fue una serie de dibujos, de grafismos hechos en tinta. La idea básica era hacer un abecedario de formas. En dicho trabajo se combinaban la interfigura, el espacio-borde, los márgenes, "Voz de tinta" y "Palabra blanca, signos negros" (así se llaman dos de sus libros), más algunos recuerdos del campo de concentración (me refiero al universal). Se trataba de raspaduras sobre papeles de ocasión, esas cosas que sólo se hacen sobre mínimas cosas cuando estás limitado de material y de posibilidades de vivir. La serie fue mal titulada "Robinomagia" (la vanidad es alrededor de los treinta obesa aún, después se seca y se descascara). Me faltó coraje para titularla, a lo Luigi Nono, "Descubrimiento de la subversión, homenaje a Edmond Jabés". Así hubiese sido más apropiado. La exposición de la serie fue inaugurada por su esposa y los amigos árabes leyeron textos de Jabés. Todo sucedió de manera muy rápida, muy urgente para mí.

- Pensar en el fin de la historia me resulta absurdo. No obstante, las utopías parecen estar, momentáneamente, en retirada. ¿Creés que es posible todavía transformar el mundo? ¿Qué responsabilidad le cabe en ello al poeta?

Una mitad mía, la prometida, quisiera decir que sí, pero tiene la palabra la mitad rechazada: ¿Quién soy yo para transformar el mundo, atribuirme proyectos en pos de mejorías? ¿Con qué criterio me animaría a obrar: el coraje, la locura, la fe? Como individuo aceptás o no, criticás o callás, obedecés o practicás la rebelión a solas, siempre a solas, y terminás atacando la obra, el único mundo a transformar, el único logro; esa obra de la que pasás a ser un utensilio, una marioneta, un pincel más en la categoría de las herramientas. Y si luego esa obra revoluciona, amotina o turba el mundo, es asunto del mundo, que estaba necesitando ese Guernica, esas manzanitas de Cézanne... Los cementerios rebasan de artistas que quisieron cambiarlo todo, mientras los Van Gogh se preocupaban por ver si sus lirios se inclinaban más hacia el azul o hacia el violeta. En fin, creo que este Abel Robino dos mitades, es alguien que intenta impulsivamente la creación como puerta de emergencia, alguien que se siente atascado y acciona hablando, escribiendo, pintando en defensa propia. Escucho "cam-biar-lo to-do"... Y a la mitad prometida cómo le gustaría decir que SÍ.

- Vos te comprometiste a menudo en muchos sentidos; sin embargo, por lo que acabás de expresar, el compromiso que Sartre le demandaba al artista hoy no parece atraerte demasiado. ¿Fue siempre así?

Artísticamente, creo haber estado siempre más comprometido con Mallarmé que con Sartre. Otra cosa es el compromiso ideológico. La idea de Mallarmé expresada en la frase "uno escribe en volumen" puede verse ahora en las piezas que he hecho tejidas para la exposición "Que el coro se convierta en protagonista". Mallarmé es la poesía proyectada en otras experiencias como la música y la danza; es el obrar frente a la actitud contemplativa de Víctor Hugo, por el que siento igualmente un gran respeto, teniendo en cuenta la forma en que éste supo defender a los marginales y a las prostitutas. (¿Sabías que el día que murió Víctor Hugo, las prostitutas, en su honor, no le cobraron a nadie?) Al margen de Mallarmé, me seduce, sobre todo, aquello de Roland Barthes: "La pintura es una escritura que no quiere aceptar sus orígenes".

- Tu poesía habla de la ausencia, las pérdidas, el desarraigo; en suma, del exilio impuesto por las circunstancias históricas, pero también de ese exilio mayor que es estar en el mundo. ¿Podría decirse que, en el fondo, se trata de una poesía metafísica?

No puedo precisar si se trata de una poesía metafísica. Personalmente, me inclino por que la poesía sea CANTO, como lo quiere la vieja tradición homérica, y por que todos los recursos y procedimientos empleados giren en función de poder pronunciar LA PALABRA.

- Muchas de las experiencias realizadas a lo largo del siglo XX han relegado la belleza en favor de otros parámetros creadores. Tus versos, por su parte, son portadores de una belleza cruel y turbadora, pero belleza al fin. ¿Considerás que ha llegado el momento de revalorizar lo bello?

Cada época crea sus propios cánones estéticos. Ahora bien, yo me pregunto: ¿Existe la belleza actual? ¿Será ésta la belleza que nace de lo horrible? Entiendo que puede haber una poesía que no responda al tradicional concepto de belleza. En pintura, todo cuadro se trabaja en forma experimental y, probablemente, se lo exponga de manera decorativa. Sí, puede haber textos solamente experimentales o provocativos; es más, yo he llegado a aceptar lo puramente gratuito como pellizco al lector. Pero lo experimental y lo provocativo, si bien resultan válidos como elementos de creación, no son suficientes por sí solos para mí. Dicho esto, claro, mientras no surja un Picasso de la poesía y haga con "sólo insultos" la obra que nos explique las neblinas en que vivimos.

- Alberto Girri decía que el fin primero y último de la poesía es el silencio. Tu poema "Pájaro de la India", incluido en "Hiel por hiel", ¿podría interpretarse como confirmación de aquel aserto?

El poema que mencionás es una recreación de un relato hindú y se presta a distintas interpretaciones. El propósito original fue describir la forma en que un pájaro es entrenado en la India para cantar. La peculiaridad del hecho radica en que, después de varios siglos, se sigue repitiendo el mismo entrenamiento; se trata de un rito ligado a la tradición, al pasado, lo que implica sacar al animal del presente. Al final del poema, el pájaro permanece mudo ante la muchedumbre que espera escucharlo. En ese mutismo, en ese "silencio que se sacude las plumas" algunos han visto una metáfora de la poesía. En realidad, no es que el pájaro no cante sino que, por el entrenamiento recibido, su canto está dirigido exclusivamente a un tiempo pretérito, resultando inaudible para nuestro oído contemporáneo.

- Buena parte de nuestra generación pasó de la rebeldía al desencanto, de creer que la poesía salvaría al mundo, como pensaba Allen Ginsberg, a considerarla sólo una forma de salvación individual. En tu opinión, ¿para qué sirve la poesía hoy?

¿Para qué sirve la poesía? Mucho más que para eso que uno supone cuando la está escribiendo y mucho menos que para eso que uno sueña cuando ha terminado de escribirla.

- Para aquellos que no conocen todavía tu obra, ¿cómo describirías tu estilo? ¿Te identificás con alguna corriente poética en particular? ¿Qué poetas podrías mencionar como referentes insoslayables?

Yo no creo tener ningún estilo, que a lo mejor es ya tener uno. Tengo manías personales, un modo intuitivo de atacar el poema, el hábito de esconder un texto dentro de otro, ciertos temas... Es decir, vicios que no llegan a hacer un estilo personal. En lo que respecta a las influencias, señalar corrientes o admiraciones -esa sublimación del parricidio simbólico- son dos formas que mi paranoia las presiente delatoras. Cuando me preguntan quién soy, pienso: "Déjenme caminar, hablar, tomar mate, que es tan serio como tener un nombre, un número de documento, una profesión, un estilo... Y verán quién soy".

- ¿Cómo surgieron en vos la pasión por la poesía y la pasión por la pintura? ¿En algún momento llegaste a sentir que una prevalecía sobre la otra?

Te lo explico con una anécdota. Cuando era pibe le pregunté a mi viejo, mientras pasábamos bajo un ciruelo, por qué las ciruelas negras eran rojas, y mi viejo me respondió: "Porque aún están verdes". Desde entonces, poesía y pintura se hallan demasiado unidas para mí.

- ¿Tenés algún método de trabajo? ¿Cómo repartís el tiempo entre la poesía y la pintura a la hora de crear?

A la poesía y a la pintura no puedo verlas más que como "aparición", que es en lo único que creo. La imagen y el texto aparecen y desaparecen, rechazando las separaciones tradicionales con un toque de grosera realidad. "Si no fuese pintor -dijo no recuerdo quién- sería asesino". Yo puedo decir que siempre he sido un tipo con las manos sucias en ambas disciplinas.

- En un mundo como el actual, cautivado por la imagen, ¿qué destino vislumbrás para la poesía?

Es común afirmar que una imagen vale más que mil palabras. Tal vez sí, tal vez no. ¿Qué importa? Esto me recuerda aquel diálogo entre el tipo que había recorrido todos los caminos del mundo y el que sólo había cruzado un puente. El primero mostró fotos de infinitos paisajes; el segundo describió cada porción del puente bajo sus pies descalzos. En este último caso, fueron tan pocas las palabras empleadas pero tan precisas, que el viajero del mundo dijo: "Tu puente ha sido más largo que todos mis caminos".

- Para finalizar, ¿cómo ves culturalmente a Europa; en especial su producción artística? ¿Es un continente agotado como afirman algunos? ¿Qué lugar tiene allí un creador hispanoamericano?

En Europa no existe una sola realidad. En ciertos sectores de Berlín, por ejemplo, la actividad creadora es muy interesante. Entre los rusos, en pintura, la escuela clásica promete frutos impredecibles. Por eso, hablar de continente agotado es demasiado cercenador; qué prevalecerá es otro tema. Y para un hispanoamericano poco adaptado como yo, ¿qué destino puede haber que no sea el de un gran voyeur, un observador de tiempo completo, no sólo de lo ajeno sino también de lo propio? A propósito, te cuento algo más. Uno de mis platos preferidos es la clase "medio pelo" argentina que se instala en París, cueste lo que cueste y caiga quien caiga, porque temen a los pobres de los suburbios; son de semi- izquierda, pero podrían ser tibios en cualquier posición. Un día, en la Embajada Argentina, oigo hablar a dos compatriotas -mujer y hombre-. Ella le dice a él: "¡A que no sabés qué me ocurrió anoche? ¡Ay, qué emoción! ¡Tuve mi primer sueño en francés!" Ya ves, todo un símbolo de adaptación para esta epidemia. Entonces recordé lo que mi amigo Marito Paoletti me decía: "Se sueña en sueño gil o, a lo sumo, se sueña en tango". Mirón, sí, mirón internacional me conviene.

Paris - Buenos Aires, junio de 2005

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Abel Robino, poeta y artista plástico, nació en Pergamino, provincia de Buenos Aires, Argentina, en 1952. Estudió en la Facultad de Bellas Artes de La Plata. Es Master en Artes Plásticas. En 1982, las circunstancias históricas lo forzaron a exiliarse en Francia, donde reside actualmente. Su obra poética publicada comprende los siguientes libros: Obsesión (1978), Las especies de la noche (l982), El estado de la quietud (1986), Hiel por hiel (1997) y Poemas (2004). Como artista plástico ha expuesto en varios países de América y Europa, entre ellos: Argentina, Brasil, Cuba, Francia, Bélgica, Alemania y Suecia.

- Entrevista de César Cantoni, publicada originalmente en El Espiniyo, revista de poesía de las cuatro estaciones, N° 2, 2005. Director: José María Pallaoro. Título original: "El exilio es como un campamento permanente o no tener nada bajo los pies"
- Abel Robino en la Biblioteca François Mitterrand, Paris. Fotografía de Miguel Ruiz

- Abel Robino: Contactos - Web

 

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